La policía es, sin duda alguna, un tema que preocupa a nuestros lectores. Quien más y quien menos todos hemos tenido algún encontronazo con las fuerzas vivas a lo largo de nuestra vida pero no por ello es lícito usar este blog para hacer broma del asunto o desquitarse de algún malentendido pasado que ha podido llevar al redactor a llevarse (siempre presuntamente) una reprimenda, multa o porrazo. Al fin y al cabo, eso también puede ocurrir dentro de una relación tan consolidada como la paterno-filial, ¿no?
Pues eso, que no es éste momento de soltar mentiras como que los antidisturbios van hasta el culo de farlopa antes de actuar o infundados topicazos como que "nunca que les necesité estuvieron para ayudarme pero siempre son capaces de encontrar tiempo para molestarme." Así que ya saben, circulen y no formen grupos a la hora de leer esta quinta Curiosidad Lituana.
A diferencia de la española, omnipresente en general pero muy especialmente en el contexto de las manifestaciones de estudiantes (¡genial cuando hay más madera que estudiantes!), en Lituania no se ve demasiado a la policía aunque tiene la capacidad de aparecer en los momentos en los que surgen problemas.
Cómo lo consiguen sin prácticamente patrullar o tener agentes en las calles es uno de los grandes misterios de mi existencia lituana. Descartando la posibilidad de que solo contraten a aquellas personas con el don de la ubicuidad, una improbable explicación la podríamos encontrar en los anuncios emitidos en las pantallas de algunos trolebuses.
Estos anuncios, que me obsesionan y son una de las razones por las que podría considerar aprender lituano, suelen ser o bien publicidad o bien anuncios de la policía. Y aunque disfruto con aquel que promociona una especie de concurso de chicas en bikini, me pone muchísimo más ver cómo roban a una abuela por andar confiada y despreciar el consejo de su hijo (porque esa es la explicación que mi mente ha construido en base a las imágenes), ver a un niño perder la mano por asustar a las viejas y jugar con petardos o ver a otro chaval dejarse robar una bici y luego decírselo a su madre que llama a la policía.
Pero sobretodo disfruto como un enano viendo a otro chico (porque no puede ser que después de perder una mano y una bici, el coleguita tenga ganas para mucho mambo) encontrarse con un tipo que le ofrece (presuntamente) droga, quedar con él por la tarde y entre medias denunciar el miserable hecho a un vecino que toma cartas en el asunto informando puntualmente a la policía del, repetimos, gravísimo hecho para que más tarde, justo después de realizar el intercambio Dinero-SustanciaVenenosa salga la policía de un matorral a lo tebeo para cogerle.
Impresionante, ¿verdad? Obviamente, a personas de poco juicio le puede parecer que el chaval está actuando de forma poco ética tendiendo una emboscada al peligroso narcotraficante o que el chiquillo se está extralimitando en sus labores de ciudadano decente. O, desde otro punto de vista, que está corriendo un cierto riesgo al quedar con el drogota en el portal de su casa. Pero vistos los resultados no nos queda si no felicitar a los perros del Estado por su labor en la creación de estos spots y desde aquí les saludamos fraternalmente pese a echar de menos el ruido ensordecedor de las sirenas de sus hermanos madrileños.
Peculiarity nº 5: The police
Coming soon!